miércoles, 23 de mayo de 2012

Antenor Orrego Espinoza, maestro de generaciones libres. 120 Aniversario del natalicio del Amauta. 1892 - 22 de mayo – 2012

Escribe: Luis Alva Castro


Antenor Orrego en su juventud, en los días de bohemia universitaria al lado de César Vallejo y Víctor Raúl Haya de la Torre, siendo rector de la Universidad de Trujillo en 1945.
Antenor Orrego Espinoza, escritor, periodista, pensador, luchador social y sobre todo maestro de juventudes de larga y reconocida trayectoria en la región liberteña, nació en la hacienda Montán, Chota, el 22 de mayo de 1892 y falleció en Lima el 17 de julio de 1960.

La conmemoración del 120 aniversario de su nacimiento, obliga a recordar sus amplios méritos, reencontrarnos con sus ideas y transmitirlas a las nuevas generaciones.

1. Escritor, hombre de acción y comunicador de talento múltiple

Antenor Orrego fue un fecundo hombre de ideas que destacó al mismo tiempo como un imaginativo comunicador que buscaba innovar los medios y organizar iniciativas culturales que desafíen el onservadurismo. Y Trujillo fue su gran centro de operaciones.

Debemos a Antenor Orrego la organización del primer espacio libre de difusión y discusión de ideas de avanzada en el diario La Reforma de Trujillo, en 1914. Desde esa tribuna periodística unió a los diversos exponentes de una inquieta generación de escritores y artistas trujillanos conocida como “La Bohemia de Trujillo” ─como César Vallejo, Macedonio de la Torre, Alcides Spelucín y Víctor Raúl Haya de la Torre─ en torno a ideas y actitudes renovadoras.

Antenor Orrego y los inicios del «Grupo Norte». De pie: Luis Ferrer, Federico Esquerre Cedrón, Antenor Orrego, Alcides Spelucín, Gonzalo Zumarán. Sentados: José Eulogio Garrido, Juvenal Chávarry, Domingo Parra del Riego, César Vallejo, Santiago Martín y Óscar Imaña. Antenor Orrego tenía 31 años cuando asumió la dirección de El Norte. Federico Esquerre Cedrón fue el jefe de redacción y Alcides Spelucín fue director gerente. Las oficinas de El Norte estaban en la esquina de las calles Progreso (hoy Francisco Pizarro) y La Libertad (hoy Mariscal Orbegoso).
Luego de ser el reorganizador y gran animador de los diarios La Reforma (1914) y La Libertad (1916) y la revista La Semana (1918), fundó y dirigió El Norte en 1923 (que logró publicarse hasta 1932) y sentó un precedente en términos de modernidad y coherencia informativa sin mengua de su identidad vanguardista y radical.
Sin abandonar Trujillo, la pluma de Antenor Orrego fue muy requerida en revistas limeñas de gran circulación como Mundial y Variedades y en la legendaria Amauta de José Carlos Mariátegui, donde muchas veces sus artículos ocuparon un lugar destacado.
Sólo estuvo fuera de Trujillo cuando tuvo a su cargo las ediciones clandestinas de los voceros apristas La Tribuna y La Antorcha, entre 1932 y 1934, y cuando el infortunio político lo condujo a prisión. Fue también desde Trujillo que remitía su columna “Efigie del tiempo” al diario La Tribuna desde 1957, hasta que el debilitamiento de su salud lo obligó a permanecer en Lima.

Artículo de Antenor Orrego en el primer número de la revista Amauta, dirigida por José Carlos Mariátegui, de setiembre de 1926. El dibujo de Orrego es de Julio Esquerre Montoya, “Esquerriloff”, integrante del “Grupo Norte”
El Amauta Orrego destacó como líder de opinión, como director de diarios y también como gestor de empresas periodísticas. Lo fue no solamente en los comienzos de los años 20 y 30 con El Norte, sino también mucho después, en la época de 1956 a 1960, con La Tribuna e Impacto.

2. Orientador y promotor de la juventud talentosa

Orrego destacó como un entusiasta defensor de los nuevos talentos y las nuevas tendencias estilísticas, con tan buena fortuna que a él debemos que el “Grupo Norte” diera a la cultura peruana un poeta inmortal, César Vallejo, en 1915, y un narrador sin parangón, Ciro Alegría, en 1930. Debemos a Orrego que el Perú y el mundo conozcan en todo su valor la poesía inmortal de César Vallejo.
Trujillo, campaña electoral aprista de 1931. Junto a Víctor Raúl están Luis Heysen y Zoila Victoria Haya de la Torre. En el lado derecho de la imagen están Alcides Spelucín (con lentes), Agustín Haya de la Torre (detrás) y al lado, Antenor Orrego.

Sus enseñanzas y su ejemplo dejaron huella en varias generaciones. Un ejemplo cabal es el Grupo “Trilce”, formado hacia 1956, con el escritor Teodoro Rivero-Ayllón, el historiador Héctor Alva Centurión, el arqueólogo Cristóbal Campana y el literato Eduardo González-Viaña.
Quienes conocieron a Orrego lo recuerdan como un cabal ejemplo de integridad, de indiferencia ante la sensualidad del poder y de permanente preocupación por los más necesitados. La temprana celebridad literaria y los altos cargos públicos nunca lo afectaron. Fue constituyente en 1931, senador en 1945-1948 y rector de la Universidad Nacional de Trujillo entre 1945 y 1948.

Su más importante magisterio moral lo realizó siendo militante del Partido Aprista y sufriendo prisión por abrazar dichas ideas entre 1932-1933, 1939-1945 y 1949-1956. Inculcó a sus compañeros de prisión optimismo, fe en los ideales y templanza ante la adversidad.

3. Su legado intelectual

Como filósofo Antenor Orrego defendió un punto de vista comprometido con una praxis creadora. Por esta razón mantuvo una invariable lealtad al ideario y la práctica del aprismo, del cual fue uno de sus pioneros y también uno de sus más tempranos integrantes. El Amauta Orrego desarrolló una filosofía social original, una sociología razonada con implicancias morales y políticas, que fueron presentadas como una nueva perspectiva de reflexión sobre nuestra responsabilidad colectiva como indoamericanos y sobre la ética que nos es inherente como individuos partícipes de dicha realidad.

Prólogo de Antenor Orrego a la primera edición del poemario “Trilce” de César Vallejo, libro que fue recibido con indiferencia y hasta hostilidad por los académicos de entonces.

Su obra escrita muestra una notable coherencia. Tiene como eje la búsqueda de un yo, tanto individual como social, que nos identifique como auténticos exponentes del alma de América Latina. Destacan entre sus libros Notas marginales (1922) y El monólogo eterno (1929), textos basados en sentencias breves denominadas aforísticas. Luego tenemos su obra clásica Pueblo-continente: ensayos para una interpretación de la América Latina (Santiago de Chile, 1939) y su gran legado lo tenemos en el libro póstumo Hacia un humanismo americano (1966).

Uno de sus grandes aportes intelectuales es la defensa de la pluriculturalidad y el mestizaje como la base de una cultura superior. Así leemos en su libro Pueblo-continente: “Como en las leyes cósmicas, en la historia, también, de la inadaptabilidad y de la vejez se marcha al caos o a la nebulosa, y de ésta a un nuevo nacimiento y a una nueva infancia. El nuestro ocupa el piso más alto de la espiral evolutiva de los pueblos. Somos los sucesores de todas las culturas precedentes y los herederos directos de la cultura europea, cuyo tercer estadio dimensional estamos destinados a desarrollar en su plenitud”.
La vida del Amauta Antenor Orrego es una lección de coherencia entre ideas y acción, junto con una indeclinable vocación de lucha por la justicia y la verdad. Que el 120 aniversario de su nacimiento sirva para que las nuevas generaciones se reencuentren con este maestro inmortal.

Dos fechas históricas vigentes: 23 de mayo de 1923 y 7 de mayo de 1924

 

Escribe: Luis Alva Castro*


La historia significa mucho más que anecdotario o un recuento de curiosidades pasadas. Para quienes entienden la política como un compromiso vital con una nación y un continente cada paso dado en el pasado abonando ese camino y sentando precedentes va siendo un punto de apoyo para el futuro.
Entre el 23 de mayo de 1923 y el 7 de mayo de 1924 hace más de 7 décadas, un nuevo movimiento político empezó a desarrollar sus raíces y a sentar las bases de su misión histórica. Un joven líder universitario, Víctor Raúl Haya de la Torre, encabezó en la primera de estas fechas un poderoso movimiento de protesta que unió a trabajadores, estudiantes y amplios sectores de las clases medias: bajo el pretexto de la consagración de la Nación al Corazón de Jesús, la dictadura de Leguía pretendía consolidar una situación de control total de los poderes públicos, descarado reeleccionismo.
Los obreros y estudiantes bajo la iniciativa de las Universidades Populares González Prada, convocaron a lo que en los manifiestos de la época se llamó “el Frente Único en defensa de los derechos de la libertad de pensamiento” formado por “todo el poder espiritual de las corrientes que buscan renovación y viven vigilantes de la Justicia y la Verdad”. La fecha mostró muchos ejemplos de heroísmo e hidalguía de parte de los manifestantes, pero sobre todo dejó sentada una lección: el frente único, la unidad sin sectarismos ni exclusiones, es la base de la lucha por la justicia y la verdad.
El líder de esa gloriosa jornada popular, Haya de la Torre, sufrió persecución y finalmente destierro por haberse atrevido a desafiar la arbitrariedad de los poderosos. Y fue en México, exiliado, el 7 de mayo de 1924, que ante la Federación de Estudiantes de ese país presentó la idea de este frente único a escala continental, con una bandera que presentaba al continente indoamericano unido en color oro sobre un fondo rojo. La idea que iba acompañada de esta bandera tenía una sigla: “A.P.R.A”, Alianza Popular Revolucionaria Americana. En el discurso que entonces pronunció Víctor Raúl remarcó la huella que recogía de la historia: “El afán de unidad de los pueblos de nuestra raza fue en Bolívar ensueño precursor, más tarde, tema de discursos diplomáticos y ahora, fe, credo, señuelo de lucha de nuestra generación... No sólo queremos a nuestra América unida, sino también a nuestra América justa”. Ese acto señaló el inicio del proceso fundacional del aprismo, dando proyección doctrinal y política al ejemplo histórico de dos procesos sociales importantes de nuestro continente: la Revolución Mexicana iniciada en 1910, iniciada siete años antes que la Revolución Rusa, y el movimiento por la Reforma Universitaria iniciado en Córdoba, Argentina, en 1918.
Años después Haya de la Torre recordó el significado del 7 de mayo de 1924, en tanto punto de partida del proceso fundacional del APRA, como una continuación renovada de la gesta que dio nacimiento a las repúblicas americanas. En un discurso conmemorativo del cincuentenario de esa fecha señaló: “Así comenzó el APRA, reivindicando el ideal bolivariano olvidado y traicionado en los 100 años o más que nos separan desde su iniciación”, Pero también dice en el mismo discurso, “sumió la necesidad de enfrentar la realidad de nuestros pueblos desde un ángulo nuevo”. Había que encontrar no sólo el camino de la independencia sino también el de la justicia social en una realidad nueva y cambiante, y añadía: “Entonces comenzamos a darnos cuenta de que los europeos también se equivocan y fue allí cuando a tiempo que oíamos las primeras lecciones del marxismo, supimos que Marx se equivocó cuando declaró que Bolívar era un vil aventurero que pretendía compararse con Napoleón Bonaparte”.
El aprismo nació con la finalidad de descubrir la realidad continental sin anteojeras, enfrentándola con realismo y. sobre todo cerrando el paso a los esquemas aventureros y violentistas. Pero el programa aprista de cambio social integral, de democracia funcional, de acción antiimperialista de frente único, no fue concebido como un experimento de gabinete. El ejemplo del 23 de mayo de 1923 siempre señaló el rumbo trazado por Haya de la Torre: encontrar el camino hacia la verdad en la misma lucha real por la verdad y la justicia. Escribió Haya de la Torre en 1928: “La hora de nuestros pueblos es hora de acción y hacia ella debemos dirigir nuestras actividades, porque de la acción hecha lucha, dolor y victoria es de donde surgirá la verdadera línea teórica que queremos ver clara y vigorosa y no anticipada excesivamente a los hechos... Esa urgencia de acción ha sido el imperativo fundador del APRA”. Y nadie que conozca algo de la historia del aprismo podrá negar que su larga trayectoria de batallar indoblegable contra el imperialismo y las tiranías ha sido no sólo teoría y postulación de tesis políticas sino auténtica lucha, dolor y victoria.

Fue así que entre el 23 de mayo de 1923 y el 7 de mayo de 1924 se fue forjando una idea de unidad que luego fue llevada como fecundo mensaje de libertad a toda Indoamérica. Fue también en México, el 23 de mayo de 1928, que el joven líder exiliado, evocando la gesta inicial de 1923, rubricó el punto final del libro doctrinal básico de ese potente movimiento de unidad continental y le puso por título El antiimperialismo y el APRA. Allí sostuvo la idea de Indoamérica como un pueblo-continente, concepto que luego precisara Antenor Orrego, y expuso una de las tesis básicas que hoy presiden todo análisis sobre América Latina: “No se repite en Indoamérica, paso a paso, la historia económica y social de Europa... Para nuestros pueblos el capital inmigrado o importado, plantea la etapa inicial de su edad capitalista moderna”.
Estas enseñanzas y estos derroteros, siguen hoy tan frescos y vigentes como hace 88 años, cuando se fundó el APRA como un movimiento continental. Y recordarlo es aprender de ellos.

*Presidente del Instituto Víctor Raúl Haya de la Torre